martes, enero 30, 2007

Will Cuppy

Haber vivido en Cuba implica una manera de ver el mundo un tanto peculiar. Pero antes de enredarnos con esto, aclaro, para evitar decepciones, que sólo quiero referirme a un aspecto minúsculo e insignificante de ese asunto. Primero, como no podemos viajar y sólo nos informamos indirectamente sobre el resto de los países, no sabemos en realidad qué pasa en estos, qué le gusta a la gente, qué conocen. Lo otro es que asumimos que si algo se conoce en Cuba es porque es conocidísimo en el resto del mundo. Vamos, que si no fuera así, no nos habríamos enterado. Eso es casi siempre cierto, pero uno encuentra excepciones. En mi caso, una de las que más sorpresa me provocó fue que nadie (y ese nadie es una exageración, lógicamente) pareciera conocer en España Decadencia y caída de casi todo el mundo, de Will Cuppy.

No puedo recordar cuándo leí por primera vez el libro. Probablemente ya habría cumplido los diez años y mis padres supusieron que podría entenderlo, así que me sugirieron que le echara un vistazo; supongo que el hecho de que tuviera dibujitos también ayudó. El libro se convirtió en uno de mis favoritos y probablemente es una de las causas por las que a día de hoy la historia me sigue pareciendo una materia fascinante. En cualquier caso, consiguió lo que no logró ninguno de mis profesores a lo largo de los años: interesarme.

Releí el libro una y otra vez, y con el tiempo fui conociendo un a montón de gente a las que también les encantaba el libro, lo que resultaba útil cuando recién te presentaban a alguien y descubrían que tenían a Cuppy en común: ambos podían pasarse la siguiente media hora citándose alternativamente sus pasajes favoritos; después de ese intercambio uno se sentía en familia.

(Es algo curioso, pero los fans de Cuppy suelen saberse de memoria trozos enteros de su libro y encuentran muy entretenido el contarse chistes que han releído más de una veintena de veces. Otro tanto suele suceder con los admiradores de Les Luthiers o Monty Python; será que algo tienen.)

No puedo recordar quién hizo la traducción de la edición cubana. Probablemente ni siquiera aparezca indicado, habida cuenta que muchas veces no sólo se robaban los libros —sana costumbre que una atmósfera más legalista en la actualidad ha relegado al olvido—, sino también las traducciones. En cualquier caso, apareció en la colección Cocuyo, que tenía bastante buen catálogo, en dos ediciones. Durante años asumí que sería una traducción española, pero después de buscar en Google encontré que al parecer sólo se editó aquí en una ocasión gracias a una editorial catalana que lo sacó como Ocaso y caída de prácticamente todo el mundo, lo que en mi opinión echa a perder por completo el chiste del título, que es una parodia del clásico de Gibbon: The Decline And Fall Of The Roman Empire. Aunque no descarto la posibilidad de que la traducción que se publicó en Cuba pudiera haber sido robada a los argentinos o México, ahora se me ocurre que podría haber sido cubana ya que a fin de cuentas nuestra intelectualidad estaba muy familiarizada con la cultura norteamericana y a alguno se le pudo ocurrir que sería una buena idea publicar este libro —y acertó. En cualquier caso, después de haber leído el libro en inglés, hay que reconocer que la traducción que conocemos en Cuba es excelente.

Will Cuppy nació en 1884 y falleció en 1949. Aunque se tomó su tiempo para graduarse de literatura inglesa en la universidad de Chicago, una vez que tuvo el título se apresuró a ir a Nueva York a tratar de triunfar como escritor teatral mientras se ganaba la vida escribiendo anuncios. No lo logró. Sin embargo, durante la Primera Guerra Mundial comenzó a colaborar con el New York Tribune y continuó haciéndolo durante 23 años. En 1910 había aparecido su primer libro, Maroon Tales, del que no sé nada. Pero en 1929 apareció How To Be A Hermit, que consiguió seis ediciones en cuatro meses, lo que no está nada mal. En 1931 apareció How To Tell Your Friends From The Apes y en 1941 How To Become Extint. Su último libro sobre animales, How To Attract The Wombat, apareció en 1949, dos meses después de su muerte.

Acerca de su método de trabajo, Fred Feldkamp, su albacea y responsable de la publicación del libro que nos ocupa, explica:

Primero que todo, antes de escribir una línea sobre cualquier asunto —o incluso pensar en qué podría escribir— se leía todos los libros y artículos que podía encontrar sobre el tema, incluyendo en ocasiones libros poco conocidos que ya no estaban disponibles en el país. (...) Después de haber absorbido esta exhaustiva cantidad de material, tomaba notas en pequeñas fichas de 3 por 5 pulgadas, las que entonces archivaba bajo el subtítulo correspondiente en una caja para fichas. Usualmente amasaba cientos y cientos de estas pequeñas fichas en varias cajas antes de empezar a esbozar su artículo. En algunos casos, se leía más de veinticinco gruesos volúmenes antes de escribir un texto de mil palabras. Cuppy sentía que debía conocer su tema tan a fondo como fuera humanamente posible antes de comenzar a trabajar en él.

Eso aclara por qué si bien comenzó The Decline And Fall Of Practically Everybody en 1933, el libro se hallara incompleto para 1949, el año en que falleció. Le debemos a los buenos oficios de su amigo Fred Feldkamp la aparición de este libro doce meses más tarde. Aunque de esa circunstancia se deriva el hecho de que algunos ensayos den la impresión de estar menos desarrollados que otros y que a uno le quede la duda de cuán mejor habría podido ser el libro de haberlo concluido y revisado el propio Cuppy, lo cierto es que tal y como está es muy bueno, lo que no se puede decir de los libros terminados de muchos otros autores.

Lógicamente, al ser un humorista, la vida de Cuppy no estuvo exento de circunstancias absurdas. Una de ellas, fue que el periódico para el cual había colaborado por más de veinte años, en el obituario que apareció en la edición de la mañana siguiente a su muerte, publicó la foto de otra persona con su nombre. Supongo que lo habría encontrado divertido de haber podido verlo.

Sin embargo, fue después de haber comentado la existencia del libro en el blog de Kubalgie y ver que algunos no lo conocían, que decidí traducir a vuelapluma la semana pasada un par de los ensayos que aparecen en el libro. Me he demorado en ponerlos aquí porque no encontraba el tiempo para escribir estas líneas, pero ya lo he hecho, así que no tengo más excusas. Ojalá y a algunos les divierta leerlos y busquen sus libros en Amazon. A ver si así expandimos la comunidad de lectores de Will Cuppy, que es un gran club.

P. D. Los que deseen leer una versión más extensa de su biografía, siempre pueden consultarla en Wikipedia, como hice yo. Algunas citas de este autor, incluidos fragmentos de sus otros libros, se pueden ver en Wikiquote.

Aníbal


Por Will Cuppy

Roma y Cartago eran las ciudades más importantes del mundo alrededor del 300 a.C. Roma se encontraba donde siempre estuvo, y Cartago se encontraba en la costa norte de África. Habían sido vecinas durante años sin tener una buena pelea, así que sólo era una cuestión de tiempo. Estaban ansiosas por librar la Primera, la Segunda y la Tercera Guerra Púnica.

Roma había sido fundada en el 735 a.C. por Rómulo, un niño que había sido amamantado por una loba y cuidado por un pájaro carpintero. Cartago había sido fundada unos cien años antes por Elisa, hija de Mutton I, rey de Tiro. Más tarde la asociaron con Dido, la dama que estuvo tan encariñada con Eneas. Quién lo diría.

Los romanos y los cartagineses eran muy diferentes en carácter y temperamento. Los cartagineses no tenían ideales. Todo lo que querían era dinero, ser disolutos y divertirse en grande. Los romanos eran austeros y dignos, vivían vidas frugales y duras y observaban las virtudes tradicionales latinas: gravitas, pietas, simplicitas... y adulterio[1].

Los romanos eran una nación de gente casera. Cuando se movían, era sólo para salir a matar a otros italianos. Habían acabado con los sabinos y los etruscos bastante pronto, y desde entonces habían conquistado la mayor parte de Italia[2]. Estaban preparados para cosas mejores, especialmente en el campo de las finanzas. Aunque eran demasiado educados para decirlo en voz alta, pensaban que sería agradable poseer también la parte cartaginesa de Sicilia.

Mientras, los cartagineses se volvían cada vez más ricos vendiendo lino, artículos de lana, colorantes, cristalería, porcelanas, artesanía en metal, artículos para el hogar, muebles para el portal y chucherías por todo el Mediterráneo. En un principio habían empleado un sistema de trueque, pero pronto descubrieron que no hay nada como el dinero. Habían aprendido la mayor parte de sus trucos de sus antecesores, los fenicios, que fueron los comerciantes más habilidosos de la antigüedad[3]. Los marineros fenicios fueron los primeros en establecer el intercambio con extranjeros, una idea que rápidamente probó su valor en todo el mundo. A nadie se le había ocurrido antes[4].

Así que pronto hubo una guerra que duró veinticuatro años, desde el 265 a.C. hasta el 241 a.C. Se le llamó la Primera Guerra Púnica porque en latín el adjetivo punicus se deriva del sustantivo puni o poeni, o fenicio. Cuando acabó, los romanos habían adquirido la parte cartaginesa de Sicilia y 4,000,000 de dólares por concepto de daños. Más tarde se apoderaron de Córcega y Cerdeña, sólo por pasar el rato, y luego hubo una paz duradera de veintidós años.

Eso nos trae a Amílcar, el gran general cartaginés que tanto hizo por perder la Primera Guerra Púnica[5]. Odiaba terriblemente a los romanos porque estos lo habían abandonado en la cima de una montaña en Sicilia durante varios años haciéndolo quedar como un idiota. De vuelta en Cartago, reunía a su familia alrededor suyo y se ponían todos a odiar a los romanos hasta que casi explotaban. Esto era muy tonto de su parte pues el odio se nota en la cara y la gente a la que uno odia continúan siendo igual de horrible. No les importa un bledo. Son demasiado malvados para sentirse afectados.

Amílcar tenía tres hijos, Aníbal, Asdrúbal y Mago, y dos hijas, una de ellas se casó con Asdrúbal Pulquer, o Asdrúbal el Bello; no eran parientes. Existen ocho generales llamados Asdrúbal en la historia cartaginesa. Se le consideraba un pobre tipo al cartaginés que no tuviera al menos un Asdrúbal en la familia. Parecían creer que ésta era una buena manera de mantener las cosas en orden.

Cuando Aníbal cumplió los nueve años, Amílcar lo llevó con él al templo de Baal y le hizo jurar odio eterno a los romanos, además de hacer sus deberes[6]. El niño ya tenía dos pequeñas arrugas justo entre los ojos de odiar a los romanos. Finalmente se convirtió en el mayor aborrecedor de la historia y en una montaña de arrugas.

Amílcar también le contó a Aníbal sobre los elefantes y cómo uno debía tener siempre muchos de estos animales para asustar al enemigo. Él atribuía su propio éxito en buena medida a los elefantes y creía que le habrían ayudado a ganar la Primera Guerra Púnica si las cosas no se hubieran torcido ligeramente; pues la guerra se convirtió en una cuestión naval. Pero incluso cuando se peleó en tierra, los romanos no se asustaron tanto como esperaba[7]. Los romanos habían aprendido acerca de los elefantes al enfrentarse a Pirro, cuyos elefantes lo derrotaron en el 275 a.C., e incluso antes de eso, en tiempos de Alejandro, al rey Poro lo habían perdido sus propios elefantes.

Por tanto, si la historia enseñaba algo hasta ese momento era que no debían emplearse elefantes en la guerra. No me pregunten por qué Amílcar no se percató. Los elefantes cartagineses estaban entrenados para avanzar y aplastar a los romanos, pero demasiado a menudo corrían en dirección contraria y aplastaban a los cartagineses. Si esto le sucediera a usted, ¿no lo notaría? ¿Y no haría algo por evitarlo?

Luego Amílcar se fue a España, donde pasó ocho años perfeccionando sus planes y se ahogó en el 228 a.C. mientras cruzaba un río con una manada de elefantes. Asdrúbal el Bello, que tomó su lugar, fue asesinado unos pocos años más tarde, dejando el mando a Aníbal, ahora con veintiséis años y familiarizado con las ideas de su padre. Aníbal dejó España en el 218 a.C. y cruzó en quince días los Alpes en dirección a Italia acompañado por un gran ejército y treinta y siete elefantes, estableciendo así el record para el cruce de los Alpes con elefantes y dando inicio a la Segunda Guerra Púnica. Transportar elefantes a través de los Alpes no es tan divertido como parece. Los Alpes ya son suficientemente difíciles cuando uno va solo, y los elefantes están particularmente inadaptados para cruzarlos. Si quiere llevar algo sobre los Alpes, pruebe con las cabras montesas. Están especialmente construidas para ello[8].

Créanlo o no, todos los elefantes sobrevivieron al viaje, aunque la mitad de los soldados pereció. Los historiadores afirman que Aníbal se mostró insensible a la fatiga durante toda la terrible experiencia[9]. Cada vez que un millar o más de sus hombres caían desde un Alpe, le decía al resto que se alegraran, que los elefantes estaban bien. Si alguien le hubiera dado un empujón en el momento adecuado, podría haberse evitado una parte dolorosa de la historia. Los pequeños detalles son los que cuentan a la larga[10].

De acuerdo con Polibio, el número de elefantes de Aníbal, treinta y siete, fue inscrito por éste de su puño y letra en una placa de bronce en Italia. Polibio la leyó. Sin embargo, un historiador moderno ha dicho que fueron cuarenta, tal vez por una tendencia natural a trabajar con números redondos. Los elefantes no se presentan en números redondos. Se pueden tener uno o tres o treinta y siete elefantes. ¿Queda claro, profesor?

Aníbal esperaba recibir más elefantes que había dejado en España con su hermano Asdrúbal, pero los romanos cortaron las líneas de abastecimiento[11]. Durante sus quince años en Italia, Aníbal nunca tuvo suficientes elefantes como para sentirse satisfecho. La mayor parte del grupo original sucumbió debido al clima, y siempre estaba implorando a Cartago para que mandaran más, pero la gente allá era muy tacaña. Le preguntaban si creía que ellos estaban hechos de elefantes y qué había hecho con los que le habían enviado antes. En ocasiones, cuando no tenía un elefante a mano, se las arreglaba para agenciarse unos pocos en alguna parte, una proeza que me parece su mayor mérito a nuestros ojos.

Como su padre antes que él, Aníbal nunca se dio cuenta de que le iba mejor sin elefantes. Nada oímos de ellos en la batalla de Tesino, y sólo había unos pocos en Trebia. El último murió antes de la batalla de Trasimeno, donde Aníbal simplemente obliteró a los romanos por el momento. Y justo se había quedado de nuevo sin elefantes antes de Cannas, su más grande victoria en los tres primeros años de su campaña en Italia. ¿Qué les decía yo? [12]

Tengo una teoría acerca del fracaso de Aníbal para tomar Roma cuando tuvo la oportunidad después de Cannas y su extraña inactividad durante los siguientes doce años, cuando sólo resistió y nada más. Estaba esperando algo. Su hermano Asdrúbal llegó a Italia con diez elefantes en el 207 a.C., pero se portaron tan mal que tuvieron que matarlos ellos mismos y Aníbal nunca los vio. Cartago envió cuarenta más después de un tiempo. Fueron embarcados a Cerdeña por error.

Así que Aníbal regresó a casa donde pudo obtener lo que quería. En Zama, la batalla final de la Segunda Guerra Púnica que se desarrolló cerca de Cartago en el 203 a.C., por fin se salió con la suya. Colocó ochenta elefantes en la primera línea. Estos corrieron hacia los cartagineses, y Escipión el Africano se encargó del resto.

Aníbal nunca tuvo éxito en sus esfuerzos de provocar otra guerra. Los cartagineses estaban cansados de todo. Trató de interesar a Antíoco el Grande de Siria en un proyecto que involucraba elefantes y fue forzado a huir de Cartago cuando los romanos exigieron su persona. Vagó entonces por Asia durante años y finalmente se refugió con Prusias, rey de Bitinia, el único amigo verdadero que le quedaba en el mundo. Un día descubrió que Prusias había avisado a los romanos para que vinieran y se lo llevaran. Se envenenó a la edad de sesenta y ocho años, diecinueve después de Zama.

Si Aníbal fue realmente un gran hombre o sólo mediano, como es mi opinión, debe decidirlo cada quien por sí mismo. Los romanos lo acusaron de traición, o fe púnica, porque constante estaba tendiéndoles trampas y matándolos. Esperaban que él se comportara de acuerdo a las reglas clásicas de la guerra y descubrieron que no podían confiar en él. No me he detenido con demasiado detalle en sus virtudes militares ya que me parecen bastante obvias. Solamente he intentado señalar la que creo fue una de sus debilidades como estratega y táctico. Pero supongo que no servirá de nada. Algunas personas nunca aprenden.

A Aníbal no se le dieron bien las mujeres. Algunos dicen que tenía una esposa en España. Si es así, se perdió en la confusión y nadie ocupó su lugar. Parece que la chica apropiada nunca apareció. Un historiador griego que lo acompañó a lo largo de su carrera militar, Sosilo, que comía, bebía y andaba con él, lo escribió todo para la posteridad, pero no estaba en el círculo literario correcto, y su libro desapareció. Polibio dice que no era más que una colección de anécdotas indecentes, sólo hechos vulgares e íntimos por los que no valía pena molestarse. ¡Oh bueno! Al menos, podemos estar bastante seguros de que odió a los romanos hasta el día de su muerte porque así se lo había prometido a su padre. Y probablemente creyó, hasta el mismo final, que todo aún podía salir bien si sólo él tuviera unos pocos ya saben ustedes qué.

Como Cartago prosperó de nuevo, los romanos la sitiaron del 149 a.C. al 146 a.C. Finalmente la tomaron, masacraron a sus habitantes, saquearon la ciudad, la quemaron por completo y plantaron hierba donde solía encontrarse. Pensé que les gustaría saber cómo terminó.


[1] Cartago estaba gobernada por los ricos y era por tanto una plutocracia. Roma también estaba gobernada por los ricos y era por tanto una república.

[2] Los estudiosos no cuentan mucho sobre los etruscos. ¿Por qué habrían de hacerlo?

[3] Navegaban guiándose por las estrellas, dependiendo principalmente de la estrella polar. Pídanle a un amigo que les señale la estrella polar una de estas noches y verán lo que pasa.

[4] Los fenicios empleaban un alfabeto de veintiún consonantes. No dejaron literatura. Es difícil ser un literato sin unas cuantas vocales.

[5] No debe confundírsele con otro general cartaginés del mismo nombre en la misma guerra, ni con los otros Amílcares anteriores y posteriores.

[6] Los cartagineses tenían la costumbre de lanzar al fuego a sus hijos en tiempos de peligro como sacrificio al dios Baal o Moloch. Me temo que hacían esto con el propósito de salvar sus vidas. Obviamente, no le hacía ningún bien a los niños.

[7] Los romanos capturaron más de un centenar de elefantes en una de las batallas de la Primera Guerra Púnica. Los enviaron a Roma para divertir a la plebe.

[8] El Dr. Arnold de Rugby defendió tenazmente que el paso empleado por Aníbal había sido el Pequeño San Bernardo. Nunca perdonó a Polibio, quien estudió la ruta de Aníbal paso a paso, por ciertas descripciones que no concuerdan con el Pequeño San Bernardo.

[9] Cabalgaba sobre un elefante.

[10] Tito Livio nos informa que Aníbal hendió las macizas rocas alpinas con vinagre para abrir un paso para sus elefantes. El vinagre fue un poderoso explosivo en el 218 a.C., nunca antes ni después.

[11] Esto lo hizo Publio Cornelio Escipión, hijo de Publio Cornelio Escipión, a quien después llamarían Escipión el Africano. Si tuviera tiempo, les hablaría acerca de los once Escipiones más importantes.

[12] Después de Trasimeno, Quinto Fabio Máximo hizo que Aníbal lo persiguiera de un lugar a otro para ganar tiempo para los romanos. Esto le ganó a Fabio el título de Cunctator, o Contemporizador. Poco antes de su muerte recibió el honor más alto que podía otorgar la República, una corona de hierba.

Atila el Huno


Por Will Cuppy

Atila el huno fue una plaga terrible, pero no la única que ha existido. No debemos culparlo por todos nuestros problemas porque la mayoría de ellos son culpa nuestra, y mientras más rápido nos demos cuenta, mejor. Incluso se le ha acusado de ser la causa de la caída de Roma cuando en ese momento ni siquiera andaba por ahí. Olvidé exactamente por qué cayó Roma. Probablemente fue una de esas cosas que pasan[1].

Los hunos fueron nómadas asiáticos que invadieron Europa montados en caballitos sarnosos en el siglo cuarto d.C. y dieron inicio a una ola de crímenes[2]. Se les ha identificado como los Hiung-nu, una tribu extranjera que ocupó Mongolia durante el reinado de Shi-Hwang-ti, pero comienzo a dudarlo[3]. Se la pasaban cabalgando de un lado al otro en busca de pastos y algo que saquear y rapiñar, y lo hicieron durante tanto tiempo que ya no pudieron detenerse.

Los hunos eran criaturas horribles. Se achataban las narices con tablas y vendajes y en su juventud se hacían cicatrices en la cara de manera que no tuvieran que afeitarse. El tiempo que ahorraban en no afeitarse lo dedicaban a aplastarse las narices. En ocasiones un hombre y una mujer hunos se enamoraban y se casaban, y todo el mundo se preguntaba qué habrían visto el uno en el otro.

Vivían de la carne y la leche de yegua y se vestían con las pieles de ratones de campo. Los hunos eran más pequeños que la mayoría de la gente y los ratones de campo eran más grandes que hoy en día[4]. Cuando se les preguntaba quiénes eran, replicaban con algo que sonaba como el relincho de un caballo, y se creía que intentaban decir que eran los hunos, o posiblemente Hiung-nu. Los romanos decían que los hunos no eran humanos, lo que es parcialmente cierto. Como en cualquier otro grupo de personas, algunos eran humanos y otros no[5].

Cuando los hunos llegaron por primera vez a Europa, subyugaron a los alanos y los hérulos, luego se metieron con los ostrogodos y los visigodos, teutones simples y desmañados que había estado llevando una vida fácil. Un día obligaban a los ostrogodos a cruzar el Danubio y al día siguiente los forzaban a cruzarlo de vuelta. Luego entraban en su campamento y les achataban las narices. Los ostrogodos y los visigodos eran tan parecidos que a un profano le resultaba imposible distinguirlos, y si lo conseguía, qué hacer con los asdingos, los silingos y los gépidos, por no mencionar a los anglos, los sajones, los jutos y los lituanos. Nombre tres artículos de exportación importantes de los gépidos. Nombre uno.

Atila era el hijo de Mundzuk el Feo, rey de los hunos. Nació en algún sitio de los Balcanes alrededor del 395 d.C.[6]. De niño era tan horrible que su madre no sabía qué hacer. Pensó que cuando creciera se arreglaría, pero mientras más le achataba la nariz peor aspecto tenía. A la edad de seis años ganó el Campeonato Nacional de Muecas. Lo adivinaron —él no competía.

A la muerte del rey Rugila, que había sucedido a Mundzuk, Atila y su hermano Bleda asumieron conjuntamente el mando de los hunos en el año 433. Pronto Atila tuvo en un puño a los rugios, los ostrogodos y los gépidos[7]. El imperio huno se extendió desde aquí hasta allá y las cosas fueron sobre ruedas durante casi veinte años. Quiero decir, para los hunos. Cada vez que Atila miraba de reojo a las tribus, éstas lo dejaban caer todo y echaban a correr[8]. Luego Atila agarraba lo que podía.

Una de las principales fuentes de ingreso de Atila era Teodosio II, el emperador romano del Oriente[9].

Teodosio, un alma tímida, había oído tanto sobre los hunos que les pagaba bien para que se mantuvieran alejados de Constantinopla. Al primer atisbo del perfil de Atila, dobló la cantidad del pago anual, subiéndolo a setecientas libras de oro. Unos años más tarde, cuando Atila hizo nuevas muecas, Teodosio se avino a darle tres veces más y un plus de seis mil libras si nunca regresaba. El sucesor de Teodosio se negó a continuar con ello, pero el amor siempre encuentra un modo.

Parece que Atila recibió una carta de Honoria, hermana de Valentiniano III, emperador romano de Occidente, pidiéndole que viniera a Italia y la sacara de un problema. La habían atrapado de manos con Eugenio, su mayordomo, y sus parientes, que estaban empeñados en que ella no se divirtiera, la sentenciaron a que se casara con Flavio Baso Herculano, un senador entrado en años con un carácter espléndido y medio paralítico.

Aunque algo retozona por naturaleza, Honoria era más bien fea y sufría de histeria producto de una visita forzada a Constantinopla con la piadosa hermana de Teodosio II y algunas otras jóvenes interesadas en las plegarias, los ayunos y las vigilias, todas dedicadas a la virginidad perpetua[10]. Se imaginaba que el matrimonio con Flavio sería algo parecido y no podía soportarlo[11].

Atila ya tenía trescientas esposas, pero decidió que en cualquier caso igualmente podía chantajear a la familia de Honoria y limpiar las arcas de Occidente, ahora que el Oriente ya no iba tan bien. Dado que ella le había enviado un anillo con la nota, él decidió que era un propuesta de matrimonio y reclamó a Honoria como su prometida junto con la mitad del territorio que gobernaba Valentiniano como dote. Fue rechazado, justo como esperaba.

Así que Atila invadió la Galia en 451 d.C. con un ejército de rugios, esciros, ostrogodos y qué sé yo qué más, saqueando, violando y quemando a su paso[12]. Fue derrotado en Châlons por Aecio, un general romano, y Teodorico, rey de los visigodos[13]. Atila regresó al año siguiente, aún mascullando que estaba prometido con Honoria y que no permitiría que la maltrataran. El Papa León el Grande se encontró con él a las puertas de Roma y le dio una buena charla, y Atila regresó directamente a su casa en el país de Drácula y eso es todo. El intento de Honoria de llevar su propia vida fracasó[14]. La encerraron por el resto de sus días.

Lo que León el Grande le dijo a Atila para que él recogiera y se marchara tan rápido no se ha hecho público. Tengo la teoría de que un tercero, acaso Valentiniano, le pasó disimuladamente todo el oro que pudiera transportar, tanto que podría considerarse como la dote de Honoria. En esta opinión, puedo añadir, soy secundado por Gibbon. Por supuesto, es sólo una conjetura[15].

Atila ahora era un sesentón[16]. Su mente se estaba debilitando y decidió casarse de nuevo ya que se había sentido terriblemente incomprendido las primeras trescientas veces. Así que se casó con Ildico, o Hilda, una hermosa doncella rubia cuyos padres había matado recientemente en la Galia. A la mañana siguiente fue encontrado muerto en la cama. Ildico estaba sentada ahí, mirando fijamente al cadáver y balbuciendo en un idioma desconocido. Cuando le preguntaron si había asesinado a su esposo, continuó farfullando sinsentidos. La dejaron estar y nadie sabe hasta este día qué sucedió durante esa noche de junio. Pudo haber sido una apoplejía[17].

Atila fue enterrado en tres ataúdes, de oro, de plata y de hierro, y en su funeral se dijeron algunos discursos muy bonitos. Los hunos continuaron durante unos años bajo el mando de sus seis hijos favoritos, Ellak, Denghizik, Emnedzar, Uzindar, Geisen y Ernak o Ernie. Continuaron decayendo y finalmente fueron aniquilados por los igures[18].

Como conquistador, Atila fue decepcionante. Desde un inicio, su apariencia estaba en su contra, y su aproximación a los problemas mundiales era extremadamente burda[19]. Nunca pretendió ser más que un canalla, una actitud que no resulta aceptable en un gran personaje de la historia. Le gustaba que lo llamara el Azote de Dios, pero para mí sólo fue el Viejo Ñato. También dijo que donde hubiera pisado su caballo, la hierba no volvería crecer. Sí lo hizo[20]. La vida de Atila enseña que se puede tener éxito durante un tiempo, pero que eso no dura.


[1] Gibbon ha discutido el asunto bastante extensamente, para decirlo con amabilidad.

[2] Marcelo los describió como “animales bípedos, pequeños y lampiños, y aparentemente atados a sus caballos. Incluso dormían apoyados sobre el cuello de sus monturas.” ¿Y le llaman a eso vivir?

[3] Había dos clases de hunos, unos eran los fineses, permianos o ungrios. Los nuestros eran de la otra clase.

[4] Los hunos lucían más imponentes a caballo. ¿Y quién no?

[5] Su idioma parece haber sido menos apropiado que el latín para el desarrollo de las ciencias y las artes. O nos gustan estas cosas o relinchamos como caballos. Las dos no.

[6] Nos cuentan que su madre le dio a luz en un carruaje en movimiento. No es de extrañar que estuviese siempre de un sitio para otro.

[7] Ya no necesitan seguirle la pista a Bleda. No vivió mucho.

[8] Atila tenía el hábito de poner los ojos en blanco. Eso ponía nerviosa a la gente.

[9] A Teodosio II se le conocía como Teodosio el Calígrafo debido a su buena letra. Tales personas también suelen dibujar pájaros.

[10] Después de la muerte de Teodosio II, Pulqueria, su hermana y jefa de las vírgenes, ejecutó a Crisapio, el Gran Eunuco, el hombre de confianza de su hermano. Por alguna razón ella tenía muy mal genio.

[11] Valentiniano ejecutó a Jacinto, el eunuco que le entregó el mensaje de Honoria a Atila. Para esos tipos la vida no era un lecho de rosas.

[12] Entre los presentes se encontraba Ardaric, rey de los gépidos, ahora un firme aliado y un miembro de la plana mayor de Atila.

[13] La Batalla de Châlons no transcurrió en Châlons, sino en Troyes. Naturalmente fue llamada la Batalla de Châlons.

[14] Gibbon habla de “las propuestas indecentes” de Honoria. ¡Pero bueno!

[15] Instigado por su eunuco Heráclito, Valentiniano asesinó a Aecio, que había salvado el país, luego Valentiniano fue asesinado por haber seducido a la mujer de Petronio Máximo, y Heráclito fue encarcelado por comportamiento licencioso. Y ustedes se preguntan por qué cayó Roma.

[16] Lamentablemente no había envejecido bien.

[17] Algunos dicen que simplemente se le reventó un vaso sanguíneo. Ha sucedido antes.

[18] Cuando Atila murió, los gépidos cambiaron de bando de nuevo. Fueron exterminados por los lombardos en el 567 d.C. Esto simplificó un poco las cosas.

[19] Sólo fue un hombrecito feo que iba de acá para allá en su caballito.

[20] Aun así, tuvo algunas ideas bastante brillantes, para ser un huno.

martes, enero 16, 2007

Cosas veredes, amigo Sáncho

Una de las ventajas de no pertenecer a una sociedad, aunque se viva en ella, es poder ver las cosas desde afuera (también puede ser una desventaja, supongo). El asunto parecía simple: ETA planea un ataque terrorista diseñado para intimidar sin dejar víctimas; las cosas se tuercen (siempre sucede) cuando 2 ecuatorianos deciden descansar en sus respectivos coches en lugar de en los incómodos asientos de la T 4. De todas formas, aunque no hubiera muerto nadie, el hecho resultaba inaceptable, y más en el contexto de un supuesto proceso de paz iniciado por ellos mismos. Era el momento de mandar al proceso a tomar por c**o, condenar el hecho y todos amigos, menos ETA y Batasuna.

Pues no, parece que no es tan fácil. Debe ser que se me escapan cosas. Por un lado el "lapsus" del presidente al calificar el atentado de "lamentable accidente" (vale, la muerte de los ecuatorianos no estaba en el programa, pero ése es un argumento de ETA, no queda bien que el gobierno lo emplee), por otro, la mención de "el papelito" para referirse al Pacto Antiterrorista por parte de la vicepresidente María Teresa Fernández de la Vega (que me parece, por cierto, una persona mucho más inteligente que ZP, pero igual no es lo suficientemente simpática para estos tiempos de políticos superficiales; y no me queda claro que los españoles fueran a elegir una mujer presidente, no sé), que debe haber molestado en el PP por más que sea cierto; es decir, en eso se convierten los pactos y tratados cuando pasan las circunstancias que les dieron origen (si no, que le pregunte a los firmantes del Pacto Ribbentrop-Molotov), pero no está bien que se diga en voz alta, es ponérselo demasiado fácil a la oposición.

Por otro lado el PP, con Rajoy que dijo que la marcha de Madrid era contra el PP y que el PSOE pretendía aislarlos de manera que no pudieran ganar más elecciones. No conocía que Mariano tuviera esa veta paranoica (además de melodramática, lo que resulta aún más imperdonable); debería considerar escribir la continuación de El proceso o de "La construcción de la muralla china", ya que tiene el sabor de lo kafkiano clavadito, clavadito. Y luego, él y Espe con la oposición terrorismo/paz, terrorismo/libertad. (Resulta pertubador ver a Esperanza Aguirre intentar algún tipo de esfuerzo intelectual.)

Es que los populares están últimamente un poco metafísicos (¿estarán ayunando?). Yo no sabría que término oponer a terrorismo, la verdad. Igual paz me parece más razonable, dado que una campaña terrorista (Irak, sin ir más lejos) se asemeja bastante a una guerra de baja intensidad, ese simpático eufemismo que se emplea para describir un enfrentamiento en el que mueren un montón de civiles a diario mientras los militares se las arreglan para ir pasando los días. En cualquier caso, libertad no me parece una opción tan recomendable porque deja abierta la posibilidad de que a uno le pregunten: ¿libertada para quiénes o libertad para qué? Y es que la libertad en abstracto no existe, aunque esa sea, junto con la libertad de mercado, la favorita de la derecha.

Además, ¿no eran los etarras los que exigían libertad? Es muy confuso. Hasta donde tengo entendido, que no es mucho, España es una sociedad libre y democrática, aunque oyendo a Rajoy he empezado a sospechar que acaso últimamente he estado más distraído de lo habitual. En cualquier caso es extraño ver a los populares tratar de apropiarse de un discurso que era de ETA, sobre todo porque uno le queda claro qué libertad exigen los etarras: la independencia del País Vasco de España. Los métodos que han elegido para conseguirla son, lógicamente, inaceptables y criminales, pero al menos se corresponden con su visión deforme de la realidad: ellos no se sienten libres. ¿Pero cuál es la falta de libertad que aqueja a los populares, que fueron libres en España incluso en los momentos en que los demás españoles no lo eran? ¿Poder ser españolistas y monárquicos? Como si eso estuviera amenazado.

Lo que me pregunto es, si se organizara un referendo en el País Vasco y perdiera la opción independentista (como me parece que sucedería) por unos pocos votos a favor de, por ejemplo, una mayor autonomía, ¿aceptaría ETA ese resultado? (No pregunto si Madrid aceptaría un resultado pro-independentista porque no soy TAAAAN ingenuo). La verdad es que nadie se ha arriesgado a hacer la prueba y me pregunto por qué. Ya sé que España es una e indivisible, pero Austría-Hungría también lo era y miren cómo acabó. Las fronteras de un país son convencionales, y las convenciones son susceptibles de ser cambiadas. No es que yo esté a favor de unos u otros (la verdad, me da igual, no es mi problema, lo único que tengo claro en todo este asunto es que el terrorismo es condenable, venga de donde venga, incluidos los Estados), sólo que me parece una manera razonable de salir del impasse. Aunque no recuerdo muchas decisiones políticas que se tomaran desde la óptica de la razón.

De todas formas el asunto parece que continuará, sobre todo después del desagradable intercambio que sostuvieron en el Congreso el presidente y el líder de la oposición. La posición del PP se resume a que las cosas se hagan como ellos dicen o que no cuenten con ellos, lo que no resulta muy razonable cuando uno se encuentra en la oposición; el PSOE cuenta con el apoyo de los demás partidos y de momento puede permitirse pasar del PP mientras lo invita a que se sume. Es difícil imaginar cómo terminará el asunto y quién ganará las próximas elecciones, que todavía están lejos. La táctica de desgaste del PP resulta sorprendente por lo contraproducente que puede llegar a ser, pero habida cuenta que entre ellos y el PSOE se dividen el electorado de manera bastante pareja podría suceder algo que inclinara la balanza a su favor para cuando llegue la hora de votar. No es algo por lo que me preocupe demasiado habida cuenta que yo no voto, pero si pudiera elegir creo que sin dudarlo votaría por echarlos a todos de España: al PP, al PSOE, a ETA, a Batasuna... Es una ingenuidad, lo sé, pero sería bonito.

P. D. Una curiosidad. Como siempre, la retórica asociada a todo este asunto es muy interesante, pero lo que más me ha llamado la atención es que todos repitan eso de "la banda terrorista ETA," vamos, como el ritornello del cuervo de Poe, pero menos musical y mucho más largo. Ya nadie dice ETA a secas, como si hubiera otra y uno pudiera confundirse. "La banda terrorista ETA," y el que no lo diga, pierde. No sé por qué tanto énfasis, ¿creen que por ello parecen más duros, más serios, más convincentes? ¿O creen que los españoles no se han enterado de qué cosa es ETA? Se podría sugerir ingenuamente que es para recordarle a los partidarios de ETA la calaña de aquellos a los que apoyan, como si los que justifican el terrorismo fueran a dejarse conmover por las descalificaciones de los políticos del PSOE o el PP, ya jode. Además, lo más probable es que el énfasis haya sido la idea brillante de algún asesor, que supuso que repetir hasta el cansancio la misma frasecita haría que los votantes (para los asesores no existen las personas, sólo hay votantes) percibieran a su "asesorado" como más duro en el tema del terrorismo. Por mi parte, cuando los oigo, no puedo evitar recordar los epítetos formularios de la Ilíada: Aquiles el de los pies ligeros, Héctor matador de hombres, Odiseo fecundo en ardides y engaños de todo tipo, los teucros domadores de caballos, los aqueos de hermosa cabellera, Hera la de los ojos de novilla... y "la banda terrorista ETA." Lo que sucede con los epítetos es que no aportan información nueva sobre lo que intentan describir y mal usados pueden restarle efectividad al discurso de quien los emplea. Pero ya se sabe cómo son los políticos y quienes los aconsejan, qué se puede esperar.
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