miércoles, julio 30, 2008

Karel Ĉapek

No creo atrevido sugerir que acaso toda preferencia sea apenas una superstición. Incluso de no ser así —y bien podría no serlo—, en toda elección permanece un elemento de misterio que no se consigue reducir sólo con razonamientos. Apunto esta opinión menos por el deseo de imponer mi criterio que con la intención de justificar de antemano la pobreza de argumentos tras la que se escuda mi admiración por la obra de Karel Ĉapek.

Como tantos otros, parte de su fama la debe al equívoco, en su caso, el que a menudo se le atribuya la invención de la palabra "robot" —del checo robota, que literalmente significa trabajo esclavo y, figuradamente, trabajo duro o monótono—, término que en realidad le fue sugerido por su hermano Josef para los androides de su obra R. U. R. Sin embargo, no es menos cierto que Ĉapek ganó merecida fama como uno de los grandes escritores de la joven república checoslovoca al producir una obra prolífica y multifacética que consiguió la admiración de sus contemporáneos en el resto de Europa y los Estados Unidos.

Si bien su obra no ignora ningún género, Ĉapek cultivó con fruición y despreocupada felicidad el policiaco y la ciencia ficción, que en su época gozaban de prestigio (o eran de buen tono), circunstancia que a la larga, creo, ha disminuido su estatura, sobre todo en el mundo hispanohablante, con su habitual facilidad para los juicios provincianos. (Nunca he conseguido entender cómo se puede juzgar un género en su totalidad en lugar de evaluar una por una las obras que lo componen; de los géneros "no-canónicos" —insoportable eufemismo académico— sólo el fantástico goza de cierta reputación entre nosotros, y supongo que eso se deba a que no se puede ignorar tan fácilmente a Cortázar o a Borges.)

Comparado con Vidas imaginarias, de Marcel Schwob, sofisticado y decadente como buen simbolista, o con el ingenio epigramático y la erudición de Decadencia y caída de casi todo el mundo, de Will Cuppy, los Apócrifos de Ĉapek pueden parecer un libro menor. Una lectura más cuidadosa lo revela como un libro más humano, la obra de un autor con un delicado sentido del humor y una simpatía ecuménica que parece extenderse a todas las personas, lo que le permite construir personajes que, si bien no son siempre simpáticos, resultan de todas formas cercanos y hasta entrañables. Hay una suerte de humildad y casi provincialismo en Ĉapek que esconden su habilidad como narrador, como creador de personajes e historias. Esa voluntad de empequeñecimiento, ignoro si casual o voluntaria, ignoro si real o inventada por mí, provoca que su libro resulte de alguna manera más cercano. Una última virtud quiero apuntar antes de concluir: al final del ensayo que dedica a The Purple Land, de W. H. Hudson, Borges declara que hay muy poco libros felices en la tierra y menciona esa novela y Huckleberry Finn como ejemplos de libros que se pueden describir apropiadamente con esa palabra. Creo que Apócrifos puede incluirse sin demasiado esfuerzo en esa corta lista.
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.