martes, enero 30, 2007

Aníbal


Por Will Cuppy

Roma y Cartago eran las ciudades más importantes del mundo alrededor del 300 a.C. Roma se encontraba donde siempre estuvo, y Cartago se encontraba en la costa norte de África. Habían sido vecinas durante años sin tener una buena pelea, así que sólo era una cuestión de tiempo. Estaban ansiosas por librar la Primera, la Segunda y la Tercera Guerra Púnica.

Roma había sido fundada en el 735 a.C. por Rómulo, un niño que había sido amamantado por una loba y cuidado por un pájaro carpintero. Cartago había sido fundada unos cien años antes por Elisa, hija de Mutton I, rey de Tiro. Más tarde la asociaron con Dido, la dama que estuvo tan encariñada con Eneas. Quién lo diría.

Los romanos y los cartagineses eran muy diferentes en carácter y temperamento. Los cartagineses no tenían ideales. Todo lo que querían era dinero, ser disolutos y divertirse en grande. Los romanos eran austeros y dignos, vivían vidas frugales y duras y observaban las virtudes tradicionales latinas: gravitas, pietas, simplicitas... y adulterio[1].

Los romanos eran una nación de gente casera. Cuando se movían, era sólo para salir a matar a otros italianos. Habían acabado con los sabinos y los etruscos bastante pronto, y desde entonces habían conquistado la mayor parte de Italia[2]. Estaban preparados para cosas mejores, especialmente en el campo de las finanzas. Aunque eran demasiado educados para decirlo en voz alta, pensaban que sería agradable poseer también la parte cartaginesa de Sicilia.

Mientras, los cartagineses se volvían cada vez más ricos vendiendo lino, artículos de lana, colorantes, cristalería, porcelanas, artesanía en metal, artículos para el hogar, muebles para el portal y chucherías por todo el Mediterráneo. En un principio habían empleado un sistema de trueque, pero pronto descubrieron que no hay nada como el dinero. Habían aprendido la mayor parte de sus trucos de sus antecesores, los fenicios, que fueron los comerciantes más habilidosos de la antigüedad[3]. Los marineros fenicios fueron los primeros en establecer el intercambio con extranjeros, una idea que rápidamente probó su valor en todo el mundo. A nadie se le había ocurrido antes[4].

Así que pronto hubo una guerra que duró veinticuatro años, desde el 265 a.C. hasta el 241 a.C. Se le llamó la Primera Guerra Púnica porque en latín el adjetivo punicus se deriva del sustantivo puni o poeni, o fenicio. Cuando acabó, los romanos habían adquirido la parte cartaginesa de Sicilia y 4,000,000 de dólares por concepto de daños. Más tarde se apoderaron de Córcega y Cerdeña, sólo por pasar el rato, y luego hubo una paz duradera de veintidós años.

Eso nos trae a Amílcar, el gran general cartaginés que tanto hizo por perder la Primera Guerra Púnica[5]. Odiaba terriblemente a los romanos porque estos lo habían abandonado en la cima de una montaña en Sicilia durante varios años haciéndolo quedar como un idiota. De vuelta en Cartago, reunía a su familia alrededor suyo y se ponían todos a odiar a los romanos hasta que casi explotaban. Esto era muy tonto de su parte pues el odio se nota en la cara y la gente a la que uno odia continúan siendo igual de horrible. No les importa un bledo. Son demasiado malvados para sentirse afectados.

Amílcar tenía tres hijos, Aníbal, Asdrúbal y Mago, y dos hijas, una de ellas se casó con Asdrúbal Pulquer, o Asdrúbal el Bello; no eran parientes. Existen ocho generales llamados Asdrúbal en la historia cartaginesa. Se le consideraba un pobre tipo al cartaginés que no tuviera al menos un Asdrúbal en la familia. Parecían creer que ésta era una buena manera de mantener las cosas en orden.

Cuando Aníbal cumplió los nueve años, Amílcar lo llevó con él al templo de Baal y le hizo jurar odio eterno a los romanos, además de hacer sus deberes[6]. El niño ya tenía dos pequeñas arrugas justo entre los ojos de odiar a los romanos. Finalmente se convirtió en el mayor aborrecedor de la historia y en una montaña de arrugas.

Amílcar también le contó a Aníbal sobre los elefantes y cómo uno debía tener siempre muchos de estos animales para asustar al enemigo. Él atribuía su propio éxito en buena medida a los elefantes y creía que le habrían ayudado a ganar la Primera Guerra Púnica si las cosas no se hubieran torcido ligeramente; pues la guerra se convirtió en una cuestión naval. Pero incluso cuando se peleó en tierra, los romanos no se asustaron tanto como esperaba[7]. Los romanos habían aprendido acerca de los elefantes al enfrentarse a Pirro, cuyos elefantes lo derrotaron en el 275 a.C., e incluso antes de eso, en tiempos de Alejandro, al rey Poro lo habían perdido sus propios elefantes.

Por tanto, si la historia enseñaba algo hasta ese momento era que no debían emplearse elefantes en la guerra. No me pregunten por qué Amílcar no se percató. Los elefantes cartagineses estaban entrenados para avanzar y aplastar a los romanos, pero demasiado a menudo corrían en dirección contraria y aplastaban a los cartagineses. Si esto le sucediera a usted, ¿no lo notaría? ¿Y no haría algo por evitarlo?

Luego Amílcar se fue a España, donde pasó ocho años perfeccionando sus planes y se ahogó en el 228 a.C. mientras cruzaba un río con una manada de elefantes. Asdrúbal el Bello, que tomó su lugar, fue asesinado unos pocos años más tarde, dejando el mando a Aníbal, ahora con veintiséis años y familiarizado con las ideas de su padre. Aníbal dejó España en el 218 a.C. y cruzó en quince días los Alpes en dirección a Italia acompañado por un gran ejército y treinta y siete elefantes, estableciendo así el record para el cruce de los Alpes con elefantes y dando inicio a la Segunda Guerra Púnica. Transportar elefantes a través de los Alpes no es tan divertido como parece. Los Alpes ya son suficientemente difíciles cuando uno va solo, y los elefantes están particularmente inadaptados para cruzarlos. Si quiere llevar algo sobre los Alpes, pruebe con las cabras montesas. Están especialmente construidas para ello[8].

Créanlo o no, todos los elefantes sobrevivieron al viaje, aunque la mitad de los soldados pereció. Los historiadores afirman que Aníbal se mostró insensible a la fatiga durante toda la terrible experiencia[9]. Cada vez que un millar o más de sus hombres caían desde un Alpe, le decía al resto que se alegraran, que los elefantes estaban bien. Si alguien le hubiera dado un empujón en el momento adecuado, podría haberse evitado una parte dolorosa de la historia. Los pequeños detalles son los que cuentan a la larga[10].

De acuerdo con Polibio, el número de elefantes de Aníbal, treinta y siete, fue inscrito por éste de su puño y letra en una placa de bronce en Italia. Polibio la leyó. Sin embargo, un historiador moderno ha dicho que fueron cuarenta, tal vez por una tendencia natural a trabajar con números redondos. Los elefantes no se presentan en números redondos. Se pueden tener uno o tres o treinta y siete elefantes. ¿Queda claro, profesor?

Aníbal esperaba recibir más elefantes que había dejado en España con su hermano Asdrúbal, pero los romanos cortaron las líneas de abastecimiento[11]. Durante sus quince años en Italia, Aníbal nunca tuvo suficientes elefantes como para sentirse satisfecho. La mayor parte del grupo original sucumbió debido al clima, y siempre estaba implorando a Cartago para que mandaran más, pero la gente allá era muy tacaña. Le preguntaban si creía que ellos estaban hechos de elefantes y qué había hecho con los que le habían enviado antes. En ocasiones, cuando no tenía un elefante a mano, se las arreglaba para agenciarse unos pocos en alguna parte, una proeza que me parece su mayor mérito a nuestros ojos.

Como su padre antes que él, Aníbal nunca se dio cuenta de que le iba mejor sin elefantes. Nada oímos de ellos en la batalla de Tesino, y sólo había unos pocos en Trebia. El último murió antes de la batalla de Trasimeno, donde Aníbal simplemente obliteró a los romanos por el momento. Y justo se había quedado de nuevo sin elefantes antes de Cannas, su más grande victoria en los tres primeros años de su campaña en Italia. ¿Qué les decía yo? [12]

Tengo una teoría acerca del fracaso de Aníbal para tomar Roma cuando tuvo la oportunidad después de Cannas y su extraña inactividad durante los siguientes doce años, cuando sólo resistió y nada más. Estaba esperando algo. Su hermano Asdrúbal llegó a Italia con diez elefantes en el 207 a.C., pero se portaron tan mal que tuvieron que matarlos ellos mismos y Aníbal nunca los vio. Cartago envió cuarenta más después de un tiempo. Fueron embarcados a Cerdeña por error.

Así que Aníbal regresó a casa donde pudo obtener lo que quería. En Zama, la batalla final de la Segunda Guerra Púnica que se desarrolló cerca de Cartago en el 203 a.C., por fin se salió con la suya. Colocó ochenta elefantes en la primera línea. Estos corrieron hacia los cartagineses, y Escipión el Africano se encargó del resto.

Aníbal nunca tuvo éxito en sus esfuerzos de provocar otra guerra. Los cartagineses estaban cansados de todo. Trató de interesar a Antíoco el Grande de Siria en un proyecto que involucraba elefantes y fue forzado a huir de Cartago cuando los romanos exigieron su persona. Vagó entonces por Asia durante años y finalmente se refugió con Prusias, rey de Bitinia, el único amigo verdadero que le quedaba en el mundo. Un día descubrió que Prusias había avisado a los romanos para que vinieran y se lo llevaran. Se envenenó a la edad de sesenta y ocho años, diecinueve después de Zama.

Si Aníbal fue realmente un gran hombre o sólo mediano, como es mi opinión, debe decidirlo cada quien por sí mismo. Los romanos lo acusaron de traición, o fe púnica, porque constante estaba tendiéndoles trampas y matándolos. Esperaban que él se comportara de acuerdo a las reglas clásicas de la guerra y descubrieron que no podían confiar en él. No me he detenido con demasiado detalle en sus virtudes militares ya que me parecen bastante obvias. Solamente he intentado señalar la que creo fue una de sus debilidades como estratega y táctico. Pero supongo que no servirá de nada. Algunas personas nunca aprenden.

A Aníbal no se le dieron bien las mujeres. Algunos dicen que tenía una esposa en España. Si es así, se perdió en la confusión y nadie ocupó su lugar. Parece que la chica apropiada nunca apareció. Un historiador griego que lo acompañó a lo largo de su carrera militar, Sosilo, que comía, bebía y andaba con él, lo escribió todo para la posteridad, pero no estaba en el círculo literario correcto, y su libro desapareció. Polibio dice que no era más que una colección de anécdotas indecentes, sólo hechos vulgares e íntimos por los que no valía pena molestarse. ¡Oh bueno! Al menos, podemos estar bastante seguros de que odió a los romanos hasta el día de su muerte porque así se lo había prometido a su padre. Y probablemente creyó, hasta el mismo final, que todo aún podía salir bien si sólo él tuviera unos pocos ya saben ustedes qué.

Como Cartago prosperó de nuevo, los romanos la sitiaron del 149 a.C. al 146 a.C. Finalmente la tomaron, masacraron a sus habitantes, saquearon la ciudad, la quemaron por completo y plantaron hierba donde solía encontrarse. Pensé que les gustaría saber cómo terminó.


[1] Cartago estaba gobernada por los ricos y era por tanto una plutocracia. Roma también estaba gobernada por los ricos y era por tanto una república.

[2] Los estudiosos no cuentan mucho sobre los etruscos. ¿Por qué habrían de hacerlo?

[3] Navegaban guiándose por las estrellas, dependiendo principalmente de la estrella polar. Pídanle a un amigo que les señale la estrella polar una de estas noches y verán lo que pasa.

[4] Los fenicios empleaban un alfabeto de veintiún consonantes. No dejaron literatura. Es difícil ser un literato sin unas cuantas vocales.

[5] No debe confundírsele con otro general cartaginés del mismo nombre en la misma guerra, ni con los otros Amílcares anteriores y posteriores.

[6] Los cartagineses tenían la costumbre de lanzar al fuego a sus hijos en tiempos de peligro como sacrificio al dios Baal o Moloch. Me temo que hacían esto con el propósito de salvar sus vidas. Obviamente, no le hacía ningún bien a los niños.

[7] Los romanos capturaron más de un centenar de elefantes en una de las batallas de la Primera Guerra Púnica. Los enviaron a Roma para divertir a la plebe.

[8] El Dr. Arnold de Rugby defendió tenazmente que el paso empleado por Aníbal había sido el Pequeño San Bernardo. Nunca perdonó a Polibio, quien estudió la ruta de Aníbal paso a paso, por ciertas descripciones que no concuerdan con el Pequeño San Bernardo.

[9] Cabalgaba sobre un elefante.

[10] Tito Livio nos informa que Aníbal hendió las macizas rocas alpinas con vinagre para abrir un paso para sus elefantes. El vinagre fue un poderoso explosivo en el 218 a.C., nunca antes ni después.

[11] Esto lo hizo Publio Cornelio Escipión, hijo de Publio Cornelio Escipión, a quien después llamarían Escipión el Africano. Si tuviera tiempo, les hablaría acerca de los once Escipiones más importantes.

[12] Después de Trasimeno, Quinto Fabio Máximo hizo que Aníbal lo persiguiera de un lugar a otro para ganar tiempo para los romanos. Esto le ganó a Fabio el título de Cunctator, o Contemporizador. Poco antes de su muerte recibió el honor más alto que podía otorgar la República, una corona de hierba.

5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

cuánta estupidez!! Aníbal fue un héroe contra Roma, el imperio más cruel y determinante de la antigüedad. SOLO UN ELEFANTE SOBREVIVIO EN LOS ALPES (infórmese) y desde luego sus soldados lo amaban (sino no habría logrado la mayor hazaña en una batalla:Cannas)

6:14 p. m.  
Blogger Gabriel Syme said...

¡Cuánta falta de sentido del humor! Eso sí es estúpido. En fin, sólo por aclarar, Roma era una república en el momento de las guerras púnicas, así que no hay necesidad de convertir a Aníbal en un antiimperialista "avant la lettre". Y supongo que sus soldados lo admiraran, pero eso ha pasado con la mayor parte de los grandes generales: Alejandro, César, Napoleón. Y si bien los soldados lo querían, en Cartago lo miraban con recelo, con razón probablemente. Y los cartagineses no eran unos santos tampoco, la verdad, y en ese momento estaban en algunas cosas incluso por delante de los romanos. Sin embargo, la organización a nivel político de los romanos y el ejército integrado por ciudadanos demostró ser más eficiente a la larga que el estilo cartaginés de comprar la solución a los problemas y emplear merecenarios para que hicieran el trabajo sucio. Aníbal pudo haber sido un gran general, pero fue un político mediocre, y eso a la larga lo perdió. La guerra también es política.

Ah, y esto es un texto humorístico, nada más. Relájate, hijo.

3:06 p. m.  
Blogger César López said...

Hombre si, esta buena la entrada, pero también creo que sobrevivió solo un elefante en el paso de los Alpes y que estos fueron eficientes en las batallas cartaginesas, solo que los romanos aprendieron como repeler su ataque eficientemente. Bien aclarado es el punto de que Aníbal nunca se percartó de esto.

11:13 p. m.  
Blogger Alexei Montojo said...

Por Dios, que Cuppy era un humorista que se reía hasta de su madre. ¿Cómo se lo pueden tomar tan en serio? ¿es que no tienen sentido del humor? Dejen de hacerse los historiadores...

8:19 p. m.  
Blogger carlos said...

Excelente relato amenizado. Se requiere bastante capacidad para escribir en ese tono. No le des pelota a los críticos de siempre. envidian tu éxito y seguramente no creen en los elefantes.

9:07 p. m.  

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