lunes, marzo 05, 2007

De palabras y otras consideraciones

Cuando uno se va de su país, entre las tantas cosas nuevas a las que tiene que enfrentarse está el problema de la lengua. Si uno se va para un sitio donde no se habla español, pues la cosa está en si se conoce o no el idioma del lugar y si no, cuánto tardará en aprenderse. Si uno termina en un país hispanohablante, entonces viene el proceso de adaptarse a la norma del nuevo lugar de residencia. En ocasiones uno tiene que resignarse a perder palabras que le agradan, o expresiones. Así, hace un tiempo comprobé que no tenía sentido usar aquello de "se cogió el culo con la puerta", tras ver la confusión que le produjo esa afirmación a la esposa de un amigo, asturiana ella. Nunca había oído la frase, cuyo equivalente más común y cosmopolita es: le salió el tiro por la culata. Reconozco que cogerse el culo con la puerta debe ser complicado —por más que uno intente situarlo estratégicamente antes de dar el portazo—, pero es más divertido que la imagen castrense de la pistola.

El asunto del acento es opcional. Aunque hay a quien se le pega casi sin notarlo y sin poderlo evitar, está quien empieza a reproducirlo conscientemente en un intento de asimilarse a la nueva sociedad que lo acoge y está quien intenta conservar el suyo, como parte de una identidad que no desea perder del todo en el inevitable proceso de asimilación. También está el tema del siempre cambiante slang: uno se ve forzado a renunciar al propio, que nadie entiende, y va adquiriendo lentamente un vocabulario nuevo que viene a sustituir al antiguo. Sin embargo, es un proceso que resulta mejor dejar que suceda a la buena dios, habida cuenta que el slang, salvo por algunas palabras que generalmente nombran los órganos sexuales o el acto sexual o se ubican de alguna manera dentro el campo semántico de esta actividad —hay excepciones, claro está, cambia con demasiada frecuencia como para que el esfuerzo de dominarlo a conciencia sea productivo.

Sin embargo, son los pequeños equívocos en el empleo de palabras sin importancia los que me hacen gracia. Por ejemplo, el hecho de que le llamemos "señorita" al dulce que aquí se conoce como "milhojas". Si realmente uno desea desconcertar a una dependiente en, digamos, la dulcería del Corte Inglés, pídanle una señorita y verán la cara que pone. Hay casos peores. El padrastro de un amigo le dijo hace ya años a una compañera de trabajo con la que estaba bromeando: "Como me sigas jodiendo, te voy a echar un polvazo que te voy a dejar con las patas viradas para arriba". Lo malo de irse de casa siendo mayor es que actualizarse toma más tiempo y el pobre señor no sabía lo que significaba "echar un polvo" en España —estuve a punto de escribir que no sabía lo que era echar un polvo, pero eso es falso; sólo lo llama por otro nombre. Todavía peor, la señora a la que dirigió el comentario lógicamente no estaba familiarizada con las prácticas religiosas yorubas, tan populares en Cuba, y por tanto no sabía que este polvo en cuestión era bien literal y hacía referencia a esos que preparan los santeros y los babalaos y que uno debe soplarle a sus enemigos o soplar en los sitios donde estos trabajan o viven para que hagan su efecto. El equívoco se resolvió, eventualmente, pero ambos pasaron un mal rato, y en la familia se quedó como broma decir que parte del disgusto de la buena mujer se debía al hecho de que el significado de la expresión, tal y como él lo entendía, no se ajustaba en realidad al que a ella le habían hecho suponer su horizonte de expectativas. Y es que puestos a amenazar, lo de este señor prometía mucho.

Otros equívocos tienen un fondo de misterio añadido dado que ni siquiera uno puede explicar el origen del término incomprendido. El otro día una amiga me contó que una conocida común unas semanas atrás le había pedido a la empleada de una peletería que le mostrase unas "cocalecas" que había visto en la vidriera. La palabra me desconcertó incluso a mí. Hace referencia a una sandalias de mujer confeccionadas con tiras de cueros que pueden o no subir por la pierna. La palabra aparece en un mambo de Victor Carballí que interpretaba Benny Moré y cuyo enigmático estribillo reclama:

Dame cocaleca,
quiero cocaleca,
vamos a la playa
que la mar está seca.

Cómo la tal cocaleca, que en la canción parece ser una "alegre tamborera", terminó convertida en un tipo específico de calzado femenino es algo que no sabría aclarar. Ignoro si esta transmutación se efectuó antes del 59 o si la responsable del hecho fue la EMPROVA —la Empresa de Producciones Varias, cuyo nombre se vio acortado hasta el jeroglífico gracias a la manía por las siglas que aquejó con especial intensidad a la burocracia cubana durante los 70 y 80—, que comercializó unas sandalias bajo esta denominación. En cualquier caso, si al escuchar semejante petición mi reacción fue el desconcierto total, es fácil imaginar qué habrá pensado la pobre chica que tuvo que enfrentar semejante requirimiento.

En otras ocasiones se trata de la interferencia del inglés en el español de Cuba, comprensible en un país que se encuentra a 90 millas de Estados Unidos, y al hecho de que nosotros no sentimos esa obligación de traducirlo todo o crear una palabra en castellano cuando no existe equivalente. En España uno percibe cierta susceptibilidad con el tema, lo que acaso se deba a un comprensible sentimiento de propiedad dado que aquí fue donde se originó el castellano y al afán disciplinario de la Real Academia, presta a incoporar el uso incorrecto cuando resulta habitual en la Península, pero renuente a tolerar algo que acaso entienden como una corrupción del idioma. Para nosotros la situación es, como tantas otras, paradójica, al considerar al español nuestra lengua, pero no sentirla de nuestra propiedad y por tanto concedernos más manga ancha para contaminarlo con palabras que consideramos útiles. Es por eso que no nos molesta incorporar palabras inglesas tal cual siempre que sigan las dos reglas fundamentales de la comunicación: la ley del menor esfuerzo y la necesidad de que el mensaje resulte comprensible para aquellos que nos rodean. Como la segunda deja de cumplirse cuando uno se encuentra aquí, nos vamos acostumbrando paulatinamente a decir cremallera o bragas o camiseta o playeros, aunque algunos se rebelan y se niegan a aceptar la pronunciación castellana de jersey o de soja. De hecho, yo todavía me siento incómodo cuando oigo pronunciar en televisión iceberg o gay tal y como se escriben. Me parece una forma injustificada de rudeza verbal.

Esa familiaridad, por así decirlo, con el inglés también tiene sus contras, y así ya llevo unos años escuchándole a distintas personas que la palabra guajiro
—campesino— apareció durante la segunda de nuestras guerras de independencia, tras la intervención de los Estados Unidos en el conflicto. Según esta versión, los soldados norteamericanos se referían a los mambises como war heroes, y esta expresión degeneró en guajiro producto de la mala pronunciación. Eso es, lógicamente, un disparate. Aunque es indudable que existe cierta cercanía fonética entre ambas expresiones, la palabra es muy anterior a la guerra del 95. Su origen es arahuaco, un idioma que en distintas variantes dialectales hablaban un montón de tribus desde las selvas del Orinoco y Brasil hasta Cuba y la Florida, pasando por todo el arco de las Antillas , y significa "señor, hombre poderoso". Por si fuera poco, en 1871 se creó la provincia La Guajira, en Colombia, lo que confirma que la palabra entró en el español de América mucho antes de 1898.

Por cierto, que en relación con la palabra “mambí” no está claro su origen. El diccionario de la Real Academia no propone ninguna etimología, mientras que Wikipedia afirma que el sustantivo deriva del apellido de un tal Eutimio Mambí, quien cincuenta años antes de nuestra primera guerra de independencia había luchado contra los españoles en Dominicana, aunque no me inspira confianza el hecho de que esa hipótesis apareciera en una novela de aventuras titulada Cuba libre del escritor norteamericano Elmore Leonard. ¿Cuándo un escritor de novelas de aventuras se ha ocupado en serio de la historia?. (Lo siento Salgari, pero te equivocaste demasiadas veces.) Personalmente, prefiero el origen que le atribuye en Cuba/España España/Cuba Historia común Manuel Moreno Fraginals, quien probablemente fuese el historiador cubano más importante del pasado siglo, lo que es credencial más que suficiente para tomarse en serio lo que propone. De acuerdo a lo que explica en su libro, el origen de la palabra se derivaría del prefijo yoruba mbi, que los españoles, no acostumbrados a ese fonema inicial, convirtieron en mambí. El intento de colgar un nombre africano a los insurrectos cubanos resulta perfectamente comprensible si se entiende que era, de hecho, una jugada política muy sagaz, aunque no funcionara. La revolución haitiana permitió que Cuba se convirtiera en la “azucarera del mundo”, pero también advirtió a la sacarocracia criolla de la amenaza que representaba el inundar el país de esclavos africanos, imprescindibles por otra parte para el cultivo y la producción de azúcar. Ese temor a la guerra de razas fue uno de los factores que demoró la búsqueda de la independencia en Cuba, y era lógico que los españoles trataran de explotarlo cuando finalmente comenzó la guerra en el 68, al menos para tratar de disminuir el apoyo que los insurrectos pudieran recibir del occidente y centro del país, donde se concentraba entonces la mayor parte de la producción azucarera y por tanto el mayor número de esclavos. Esa dimensión ideológica del probable origen africano del término y, por tanto su utilidad política, le conceden, creo, mayor verosimilitud a la explicación de Moreno Fraginals.

Ahora, si hay una palabra que a los cubanos les cuesta quitarse de la boca cuando están recién llegados es "jaba". La jaba, que hoy es sinónimo de bolsa
—como las bolsas de plástico del súper—, se tejían originalmente a partir del guano, es decir, las hojas secas —pencas en buen cubano— que se obtienen sobre todo de la palma real. La Real Academia sugiere un origen Caribe, aunque recuerdo haber leído hace años en un libro sobre población en Cuba que era de origen taíno. El asunto es particularmente confuso porque varias palabras indígenas que se han incorporado al español de la Isla —como huracán, jimagua, yuca, etc.— se les atribuyen alternativamente a unos u otros, en dependencia de sobre cuál de ellos se esté hablando. Hay que añadir a esa confusión el hecho de que al estar en guerra taínos y caribes, y al tener estos últimos la costumbre de matar a los hombres y apoderarse de las mujeres, era bastante común en la sociedad caribe que sus mujeres hablaran arahuaco.

Los caribes fue la nación que se las arregló para darle su nombre al mar y a la región y que al parecer eran más belicosos que la media de los pobladores de las Antillas. De acuerdo a los testimonios indígenas recogidos por los españoles, los caribes iban por ahí en sus canoas, de una isla a la otra, dando guerra y atacando aldeas. Tenían fama de caníbales, pero me temo que eso pudo haber sido pura difamación de los taínos, que se lo contaron a los españoles por hablar mal de sus antiguos enemigos, que ya se sabe cuán rencorosa puede ser la gente. De hecho, y ya que sale el tema, algunos antropólogos han planteado que el canibalismo como costumbre culinaria común nunca ha existido —otra cosa es el canibalismo ritual, que tiene su momento y su lugar—, que jamás existieron tribus que hicieran del “lechón largo” —amable eufemismo donde los hay— una parte esencial de su dieta. Y señalan como prueba el hecho de que la mayor parte de los testimonios sobre casos de canibalismo recogidos por investigadores no hacen referencia a las prácticas tribales de los informantes, sino a tribus vecinas con las que estos no parecían mantener buenas relaciones. Vamos, que acusar de canibalismo reiterado a los vecinos parece haber sido una estrategia extendida para denigrarlos; que a fin de cuentas no fueron los republicanos en Estados Unidos quienes inventaron la idea de que repetir falsedades inverosímiles e improbables sobre tus adversarios a un público ingenuo funciona. En otras palabras, más allá del comportamiento belicoso de los caribes, creo que se podría decir que fueron víctimas de la mala prensa que le dedicaron los taínos, quienes preferían descansar en hamacas, fumar tabaco y tener sexo a estar guerreando a cada rato. ¿Y quién no?

En cualquier caso, un síntoma claro de que uno se encuentra al inicio de un proceso de integración exitoso es cuando en el supermercado no tiene que hacer un esfuerzo consciente para emplear, en lugar de jaba, la palabra bolsa a la hora de pedirle una a la chica de la caja si por distracción de ésta no hay ninguna a mano. Aún así, si pasados un par de años y tras haber controlado este impulso, nos sorprendemos un día en una peletería pidiendo unas cocalecas, debemos aceptar entonces que somos un caso perdido. Y es que hay gente que no tiene remedio.

7 Comments:

Anonymous Anónimo said...

lo del polvazo nos ha pasado a todos asiq ue imaginate enhorabuiena por este post tan acertado, lo de (war heroe)ya pensaba yo que podia ser tambien de una tribu colombiana que aun se llaman guajiros. genial tu articulo felicidades.

1:15 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

1:36 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Muy interesante.
Excelente artículo, si no fuera por tu uso impropio de "eventualmente", que en español no significa "tarde o temprano" como "eventually" (es un falso amigo). En español significa "incierta o casualmente" (cito del DRAE).

¡Enhorabuena!

1:44 p. m.  
Blogger Gabriel Syme said...

Argótide, no sé cuándo habrás puesto este comentario, pero en fin. Gracias por el halago, pero lo creo inmerecido. Más que un artículo, esto es una acumulación de ideas inconexas unidas con un poco de picardía. Y tienes toda la razón en lo del false friend, lo sé, pero es que me gustaría que "eventualmente" tuviese ese significado en español. De alguna manera me simplificaría las cosas.

10:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

No se si leeras esto, pero la canción a la que haces referencia "Cocaleca" es una canción tradicional panameña. El tipo de música es una tamborera, canciones que, por lo general, son muy alegres... De ahí que la letra señale que es una alegre tamborera.

La cocaleca en si hace referencia a conchas que se encuentran cuando la marea esta "seca". Al ser esta una canción antigua, las versiones hechas por otros interpretes han modificado la letra original. Pasá también con "Guararé" palabra que seguro han escuchado en muchas canciones, pero que casi nadie sabe que es el nombre de un lugar en Panamá.

10:35 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hola mi apellido es mambie, me gustaria que me dieras pistas sobre la obra del historiador que mencionas ya que hay muy poca o nula informacon en la web GRACIAS!

6:50 p. m.  
Blogger Laura Pérez Ulloa said...

Usualmente se llama a esa imitación de la forma de hablar de ciertos usuarios de una determinada lengua 'acento'(cuando dicen por ejemplo, es que esa chica tiene acento colombiano), sin embargo es una acepción equivocada, pues a lo que se denomina acento, es a la intensidad que se le da a determinada sílaba, lo que usualmente conocemos como acentos ortográficos, ya sean las tildes (los gráficos) o los que no se marcan de este modo.

12:14 a. m.  

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