lunes, febrero 12, 2007

Sobre las amenazas chiítas, reales o imaginarias

Desde hace unas semanas la Casa Blanca parece haber decidido que provocar una escalada de tensión con el gobierno de Irán es una buena idea, y han lanzado una campaña de acusaciones en relación con el supuesto apoyo que el gobierno —o grupos dentro del gobierno— iraní concede a la resistencia iraquí suministrándole armas y explosivos, acusaciones que han pretendido sustentar presentado supuestos suministros iraníes. Tales afirmaciones serían difíciles de sostener si la prensa estadounidense hiciera su trabajo y realizara algunas preguntas incómodas. Mal y rápido, a mí se me ocurren tres:

  1. ¿Es necesario importar explosivos en Irak? Aunque la prensa ya no lo recuerde —parece haber una epidemia de Alzheimer en el sector—, uno de los escándalos que se destaparon en la carrera por la presidencia en 2004 fue la desaparición el año anterior, poco después de la invasión a Irak, de cerca de 400 toneladas de explosivos XMH y RDX, utilizados para realizar demoliciones, en la cabeza de los misiles y como detonantes de armas nucleares. El material explosivo se encontraba en el depósito de Al Qaqaa, inspeccionado por los funcionarios del Organismo Internacional de Energía Atómica, quienes habían avisado de su existencia al ejército estadounidense para que lo protegiera, cosa que nadie hizo. Cuatrocientas toneladas de explosivo dan para muchas pequeñas bombas —con sólo medio kilo de uno de estos dos explosivos se derribó al vuelo 103 de Panam sobre Escocia en 1988, lo que le provocó la muerte a 259 personas. Luego, por más que se estén empleando intensivamente estos materiales, es poco probable que ya escaseen.
  2. En un inicio, se trató de vender la idea de que Irán —una teocracia chiíta—, o elementos en este país, estaban proporcionándole armas a la insurgencia iraquí. Habida cuenta que los elementos más activos de dicha insurgencia son terroristas de Al-Qaeda —sunitas—, extremistas wahabíes —sunitas— y nacionalistas iraquíes —básicamente sunitas— tal afirmación resulta, para decirlo con amabilidad, poco verosímil. Por otro lado, en un país donde el presidente que ordena la invasión de un país musulmán ignora las diferencias entre estas dos confesiones islámicas y los conflictos que pueden surgir debido a ellas, es de suponer que al resto de la población se le pueda decir cualquier cosa. Sin embargo, el mundo no anda tan distraído, y los musulmanes —que incluyen una buena parte de la población mundial— no se lo tragaron. Para ellos las diferencias religiosas no suelen ser negociables. En las últimas dos semanas le han añadido el modificador chiíta al sustantivo insurgencia en un intento de estrechar su significado. Sin embargo, es de sobra conocido que la mayor parte de los ataques contra las fuerzas de ocupación han sido llevados a cabo por sunitas y que, aunque el sur de mayoría chiíta ya no es el oasis de paz que alguna vez fue, está muy lejos de haber alcanzado los niveles de violencia de la provincia de Anbar. Por otro lado, los chicos del Pentágono afirman que estos dispositivos explosivos importados causaron la muerte de 171 soldados americanos lo que, si las restamos a las aproximadamente 3125 bajas que los efectivos de este país han sostenido en Irak desde el 2003, podría llevarnos a pensar que, aunque fueran ciertas estas alegaciones, el impacto de estas bombas importadas tanto en el número de bajas como en el nivel de violencia que azota el país no parece significativo.
  3. Cuando comenzaron estas acusaciones, aparecieron en la prensa británica las declaraciones de varios oficiales ingleses encargados de patrullar la frontera de Irán con las provincias chiítas de Irak, quienes aseguraron que no se estaba produciendo ningún contrabando significativo de armas a través de ese borde fronterizo, uno de las más vigilados del país. En otros medios, se ha apuntado que tiene más sentido suponer que la resistencia iraquí y grupos afiliados a Al-Qaeda reciben apoyo logístico a través de las fronteras de Irak con Jordania y con Arabia Saudita, los principales aliados árabes de los Estados Unidos en la zona, además de la extensa e incontrolable frontera que comparte con Siria. La posible conexión jordano-saudí no se ha airado demasiado en la prensa, en parte, probablemente, a que la Casa Blanca no quiere que la atención pública se dirija hacia sus aliados porque podría resultar incómodo si el pueblo norteamericano descubriera que ciudadanos de estos países son los que aportan el grueso del financiamiento que va a parar a los grupos terroristas islámicos en todo el planeta, y que sus gobiernos, por múltiples razones, hacen muy poco para ponerle fin a esa situación. A la gente podría darle por reclamarle a sus representantes en el Senado y la Cámara que hicieran algo al respecto, y al presidente Bush & Co. se le haría más difícil poder continuar sin afrontar este problema.
Lo más desalentador es que estas declaraciones recuerdan peligrosamente a aquellas que durante el 2002 y principios del 2003 nos regalaron como justificación para atacar a Irak. No obstante, podría ser que de cierta forma la Casa Blanca tuviera razón, al menos hasta cierto punto, cuando apunta a una influencia iraní en Irak y su posible implicación en la violencia que azota al país.

El pasado 29 de enero se produjo en Najaf una batalla que comenzó entre un grupo de iraquíes no identificados y efectivos del ejército de ese país. Al verse sobrepasados, los soldados solicitaron el apoyo de las fuerzas norteamericanas e inglesas, que lanzaron un ataque aéreo seguido por la presencia de efectivos terrestres en la zona, lo que causó la muerte de 263 personas, de acuerdo a las últimas cifras. La versión inicial, suministrada por el gobierno iraquí, aseguraba que se trataba de combatientes de Al-Qaeda, e incluso afirmaron que la mayoría de los fallecidos eran extranjeros. Esta versión fue posteriormente sustituida por otra que explicaba que los atacados formaban parte de "un culto mesiánico" chiíta y que se dirigían a la ciudad santa de Najaf con la intención de, entre otras cosas, asesinar a los líderes religiosos presentes para la festividad de Ashura.

Lógicamente, pronto aparecieron nuevas versiones desde Najaf que parecen apuntar en otra dirección. De acuerdo a lo que escriben Dahr Jamail y Ali al-Fadhily, las personas que murieron en Najaf fueron principalmente chiítas de la tribu Hawatim, que se opone al Partido Dawa y al Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Iraq (C. S. R. I), los dos grupos que controlan la Alianza Iraquí Unida, actualmente en el gobierno —Najaf está gobernada por políticos del C. S. R. I. De acuerdo a testigos presenciales citados por estos periódistas, al parecer unos 200 peregrinos de la tribu Hawatim había arribado a Zarqa, cerca de Najaf, cuando en un punto de control se produjo una confrontación con soldados iraquíes durante la cual éstos mataron a Hajj Sa'ad Sa'ad Nayif al-Hatemi, jefe de la tribu, al igual que a su esposa. Los miembros de la tribu atacaron entonces a los soldados para vengar la muerte de su líder.

De acuerdo a esta versión de los hechos, las fuerzas norteamericanas y británicas que entraron en combate lo hicieron bajo la creencia de estarse enfrentando a "terroristas de un culto mesiánico" y no a enemigos políticos del actual gobierno iraquí que se destacan por su fuerte a oposición a cualquier intervención iraní en Irak, algo que, de acuerdo a las declaraciones de los últimos días, suscriben tanto los políticos como los militares estadounidenses. De ser cierto, entonces los elementos pro-iraníes presentes en el gobierno de Irak consiguieron que el ejército y la aviación de los Estados Unidos peleara por ellos y en contra de los intereses explicitados por el alto mando del Pentagono y W. Bush. Supongo que a nadie se le escape la ironía del asunto. En cuanto a lo que saben realmente o no el gobierno de los Estados Unidos, el Pentágono y las distintas agencias de inteligencia de ese país es difícil saberlo, sobre todo porque buena parte de lo que se publica sólo puede describirse como propaganda. Ejemplo de esto es el último intento de distraer a la opinión interna culpando a los iraníes del desastre que es Irak al tiempo que se crean los pretextos necesarios para justificar algún tipo de aventura militar contra ese país.

La prensa, y en sus declaraciones los políticos y militares estadounidenses, no dejan de referirse a Muqtada al-Sadr como un peón de los iraníes en Irak. Periodistas de otros países, y algunas declaraciones de analistas norteamericanos, indican otra cosa. Aunque dispuesto a aceptar la ayuda iraní hasta cierto punto y demasiado astuto para saber que es imposible ignorar a semejante vecino, a Muqtada se le considera básicamente un nacionalista iraquí que no está interesado en instalar una teocracia en su país y que desea mantener cierta distancia con Teherán a pesar de su afinidad confesional con los ayatollah. La forma en que se repite esta acusación, que muchos consideran poco fundamentada, recuerda como los presidentes norteamericanos, contra el consejo de sus asesores, insistieron siempre en presentar a Fidel Castro como un títere del imperialismo soviético, aunque de sobra se conocía que no había mucho amor perdido entre ellos, sobre todo después de que Krushov hubiera negociado a su espalda a dios gracias la solución de la Crisis de los Misiles y los intentos de organizar una suerte de golpe de estado desde Moscú utilizando a la llamada Microfacción. Es evidente que algunos no aprenden ni acaban de apreciar los méritos de la sutileza y la habilidad para percibir matices.

Lo que sí no es secreto es el vínculo que existe entre el Partido Dawa Islámico y el Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Iraq, dirigido por Abdul Aziz al-Hakim, y las autoridades políticas y religiosas en Teherán, país donde encontraron refugio durante la dictadura de Sadam. También se conoce, aunque se repite poco en la prensa estadounidense, que la Brigada Badr, el brazo de armado del C. S. R. I., se encuentra a cargo del Ministerio del Interior desde que el actual gobierno asumió el poder y es responsable de la mayor parte de los asesinatos y torturas cometidos contra sunitas en Baghdad, algo que los portavoces del Pentágonos y los políticos en Estados Unidos han preferido colgarle a Muqtada al-Sadr, a pesar de que éste en más de una ocasión ha hecho declaraciones llamando a la unidad entre sunitas y chiítas lo que no excluye que elementos más o menos renegados del ejército del Mahdi se hayan vistos envueltos en la actual guerra religiosa. En cualquier caso, puestos a sospechar de alguna interferencia iraní en Irak, no habría que mirar fuera de la Zona Verde; con buscar entre los políticos iraquíes en el gobierno encontrarían más que suficiente.

Lo único que queda claro en todo esto es que ignoramos mucho de lo que está pasando y sus por qués. Tampoco queda claro hasta donde se extiende esa ignorancia entre las fuerzas de ocupación y cuánto en la política norteamericana en Irak responde, además de a sus intereses, a la falta de información, cuánto a pactos nacidos de un pragmatismo equivocado producto del deseo de controlar política y económicamente al país y cuánto se debe a la ceguera de algunos políticos obstinados en ignorar las estimaciones y evaluaciones de sus oficiales de inteligencia y asesores si contradicen los supuestos que cimentan su ideología. En otras palabras, ¿fue la reciente batalla de Najaf el resultado de una manipulación habilidosa del ejército estadounidense por parte de políticos iraquíes con simpatías hacia Irán para eliminar a opositores chiítas nacionalistas que amenazaban la unidad intraconfensional de esa comunidad o la implicación de las fuerzas de ocupación en ese combate se realizó con pleno conocimiento de causa al considerar que resulta más peligroso un sentimiento nacionalista que hipotéticamente pudiese poner fin en el futuro a la guerra civil que las simpatías pro-iraníes de los políticos en el poder en Baghdad?

En cualquier caso, si la nueva versión acerca de los hechos ocurridos en Najaf el pasado 29 de enero fuera cierta, si realmente las tropas norteamericanas e inglesas fueron manipuladas para que atacaran a civiles iraquíes opuestos a la actual administración en Baghdad, entonces la situación en ese país es todavía peor de lo que podría imaginarse uno a partir de lo que informa la prensa. Y al mismo tiempo, si fuera cierto, pues no estaría desprovisto de gracia, por más que el chiste sea de un humor bastante negro.

P. D. Una actualización sobre el estado de la tragicomedia en relación con las armas iraníes y su implicación en este brete se puede encontrar aquí.
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